“Fitoterapia” etimológicamente significa curación con plantas. Antes de que existieran los medicamentos, la única manera que tenían los médicos, terapeutas, sanadores, chamanes o como se les llamara en los diferentes lugares y/o etapas de la evolución de la curación, era a través de la alimentación y las plantas medicinales.
En 1978, la Organización Mundial de la Salud definió como planta medicinal a aquella que, en uno o más de sus órganos, contiene sustancias que pueden ser utilizadas con finalidad terapéutica o que son precursores en la síntesis químico-farmacéutica.
La fitoterapia es la ciencia que estudia la utilización de los productos de origen vegetal con finalidad terapéutica, ya sea para prevenir, atenuar o curar un estado patológico.
Sin embargo, es necesario acotar esta definición para situar el concepto de fitoterapia en los términos que lo empleamos habitualmente.
Los productos de origen vegetal son de diverso grado de potencia farmacológica/toxicológica: muy potentes (la hoja de belladona y su principio activo, la atropina), relativamente poco potentes (la flor de manzanilla y sus extractos) y potencia intermedia (la raíz de regaliz).
Si bien de la definición de fitoterapia se deduce que ésta va a utilizar cualquier producto de origen vegetal, independientemente de su potencia farmacológica y su toxicidad, en la actualidad el término suele utilizarse de forma más restringida, pues suele aplicarse a la utilización terapéutica de productos de los dos últimos grupos; es decir, con una actividad leve o moderada, con márgenes terapéuticos relativamente amplios, que dan lugar a tratamientos menos agresivos y que hacen de esta ciencia una terapéutica suave.
Desde este punto de vista, la fitoterapia se considera especialmente útil en el tratamiento de afecciones leves o moderadas, así como de afecciones crónicas. La fitoterapia por si sola puede tener muchas limitaciones, pero es el perfecto complemento para, junto con otras intervenciones, abordar un problema de salud de una manera más en línea con nuestra naturaleza.
Si buscamos soluciones inmediatas, desde luego no es la mejor opción en la mayoría de los casos, requiere paciencia, se trata de una terapéutica lenta.
En algunos países, en los últimos años, el porcentaje de población que emplea medicamentos fitoterápicos ha experimentado un aumento. Esta creciente utilización, propiciada por el regreso general de la sociedad a lo natural, va más allá de una simple moda y no se debe solamente a un aumento en el interés por los “tratamientos naturales” de los problemas de salud, sino también a la creciente evidencia sobre su seguridad y eficacia.
La eficacia se consigue sólo con el uso adecuado de los preparados fitoterápicos, tanto en lo que se refiere a las indicaciones como a la dosis, forma de administración, etc.
Si bien los productos fitoterápicos suelen tener márgenes terapéuticos más amplios y producir menos efectos secundarios que los fármacos sintéticos, natural no es sinónimo de inocuo.
Actualmente, existe una base científica que apoya la eficacia de muchos productos fitoterápicos para determinadas indicaciones, pero la información proporcionada al paciente debe ser de calidad (composición, indicaciones, efectos adversos, interacciones, vía de administración, dosificación).
En ocasiones, este tipo de terapéutica no muestra todo su potencial debido a productos de baja calidad e incorrecta información proporcionada la paciente.
La Agencia Europea del Medicamento cuenta con un comité que evalúa la información y redacta monografías sobre los productos medicinales de origen vegetal. El propósito es establecer criterios comunes en cuanto al uso, indicación, seguridad e interacciones. Puedes encontrar más información en el siguiente enlace: European Medicines Agency.